Seguramente tengas algún recuerdo de aquellas historias de campamento alrededor de la hoguera o de la multitud de ocasiones que te has quedado charlando con amigos hasta las tantas de la madrugada, relatando sucesos insólitos, leyendas de la tradición de tu lugar de origen o cuentos terroríficos salidos de tu imaginación. Pues bien, aunque parezca insólito, este tipo de charlas nocturnas han desempeñado un papel capital en la evolución social y cultural de la raza humana, ayudando a las sociedades humanas primitivas a formar redes sociales complejas, en tiempos en los que, evidentemente, ni siquiera podía soñarse con Internet o el ahora presente hasta en la sopa WhatsApp.
Así lo ha demostrado un estudio totalmente ortodoxo realizado por expertos de la Universidad de Utah (EEUU) y publicado recientemente en la revista Proceeclingx of the National Academy of Sciences.
El control del fuego, hace entre 400.000 y un millón de años, tuvo claras consecuencias en la evolución humana y marcó un punto de inflexión. Entre esas consecuencias se encuentra la de reforzar nuestras relaciones sociales y dar rienda suelta a la imaginación. La luz artificial proporcionada por el fuego nos permitió alargar nuestra jornada. “Hay algo en el fuego en medio de la oscuridad que une, suaviza y entusiasma a la gente. Es algo íntimo. La noche alrededor de una fogata es universalmente tiempo de entretenimiento en el que se intercambia información social y emociones”, afirma Polly Wiessner, antropóloga de la citada universidad estadounidense, encargada del estudio.
La investigación, llevada a cabo con bosquimanos que habitan el desierto de Kala-hari, los Ikung, establecidos en Tanzania y Namibia, debido a que su modo de vida es muy parecido al de nuestros antepasados, ha puesto de manifiesto que, a diferencia de los temas tratados durante el día en nuestras relaciones sociales, por la noche el 80% de las conversaciones versaban sobre historias, y tan sólo un 7% era dedicado a críticas o quejas.
Una vez que se ha puesto el Sol, los bosqui manos ya no se centran en el trabajo sino que dejan volar su imaginación y predominan entonces los diálogos cargados de simbolismo. Nada como una buena charla alrededor de una hoguera.
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